Dado el nerviosismo que impera en el ambiente inversor, lo cual por otra parte es comprensible, la parte psicológica cobra especial importancia.

De igual modo que sucedió en marzo 2020 con la llegada del COVID-19 a nuestras vidas.

No perder los nervios, mantenerse firme y seguir con el plan establecido puede resultar diferencial a largo plazo.

Es cuanto diferencia a los buenos inversores de los mediocres.

Por ello, en microvalue consideramos oportuno realizar una nota especial, que sirva de recordatorio y de apoyo para afrontar estos momentos tan difíciles.

Porque microvalue es mucho más que simples tesis de inversión.

Utilizando bien sus contenidos, podrás armar una gran cartera y, lo que es más importante, un plan y un sistema que te reporten una rentabilidad más que satisfactoria a largo plazo.

Esperemos que esta nota te aporte algo o al menos te ayude a no perder el rumbo que te habías marcado hasta hoy.

Dicho esto, empezamos.

Trust the plan

 

La Bolsa es un fenómeno realmente curioso, que fusiona la psicología social con la economía.

Es la fusión de algo intangible con algo que resulta fácilmente cuantificable.

¿Cómo es que una empresa suba o baje un 4% en un solo día sin haber sucedido nada?

¿Acaso la empresa vende un 4% más o menos que el día anterior?

Parafraseando a Benjamin Graham, “el principal problema del inversor, incluso su peor enemigo, es probable que sea él mismo”.

 

El principal problema del inversor, incluso su peor enemigo, es probable que sea él mismo.

 

Hay un caso muy llamativo que siempre se pone de ejemplo, y es el del fondo de Peter Lynch.

Durante los años 1977-1991 en los que lideró el fondo de Magellan en Fidelity, obtuvo una espectacular rentabilidad media anual del 29,1%. Increíble, ¿verdad?

Pues bien, según ha reflejado la propia Fidelity, el inversor medio perdió dinero. ¿Cómo puede ser esto posible?

 

Muy fácil. Lo que hizo el partícipe medio fue subirse al carro cuando subía, guiándose por rentabilidades pasadas, y bajarse después de los periodos bajistas.

Nadie tenía un plan, ni un horizonte de largo plazo.

Igual que puede suceder hoy con los que se suban al carro de AzValor, tentados por unas magníficas rentabilidades en lo que llevamos de año.

O igual que sucedió en 2017 con el fondo Japan Deep Value, o en 2020 con Baillie Gifford Worlwide.

Si persigues las modas y las rentabilidades pasadas, hay algo seguro: acabarás perdiendo dinero.

 

Si persigues las rentabilidades pasadas, hay algo seguro: acabarás perdiendo dinero.

 

Por eso, hay algo muy importante que debes saber: traza un plan, el que mejor consideres y con el que más cómodo te sientas, y síguelo hasta las últimas consecuencias.

Pase lo que pase. Porque siempre habrá una razón para vender.

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